domingo, 30 de diciembre de 2012

II

Julia.

Seis de la mañana. Apenas suena la alarma salto de la cama, me pongo mi licra corta, el top celeste y las tenis, salgo a correr. Respiro el aire tempranero, el sol me pega en la cara y me calienta los cachetes.

Mientras mis pies rebotan uno detrás del otro en el pavimento voy haciendo una lista mental de cosas para hacer hoy. El sudor me corre por la sien y siento el corazón bombeando. Estoy viva. El viento de Diciembre se respira frío y me refresca los pulmones.

Nueve de la mañana. Lista para empezar el día, ya salí de cinco cosas: correr, mandar dos correos que no podían esperar a la oficina, hacerme el almuerzo y la cena de hoy, pagar recibos y cancelar el tiquete del viaje. No tengo tiempo para vacaciones.

Apenas si tengo tiempo para darle de comer al gato que me espera pacientemente, la única alma que ronda mi casa por horas.

viernes, 28 de diciembre de 2012

I

Ramiro.

Nueve de la mañana. No logro salir de la cama, lo pienso, me invento planes emocionantes y lo decido, pero no me muevo. Voy a salir. Cualquier carajada es buena excusa, comprar el periódico, sacar al perro a pasear. Algo. Lo que sea, pero salir de aquí y dejar de ser uno con el colchón.

Hace un día rico, desde mi cama veo el cielo azul y la luz del sol a través de la cortina, debe de estar cálido afuera, oigo como pega el viento de Diciembre. Pero no me muevo.

No sé cómo pasan un par de horas. Sigo en la misma posición, pegado, embarrado en la cama. Pensando que si el resto de mi vida va a ser así, no sé para qué me molesto.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Ansiedá


ansiedad.
(Del lat. anxiĕtas, -ātis).
1. f. Estado de agitación, inquietud o zozobra del ánimo.
2. f. Med. Angustia que suele acompañar a muchas enfermedades, en particular a ciertas neurosis, y que no permite sosiego a los enfermos.
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lunes, 10 de diciembre de 2012

Permiso para ser feliz

Me monto en el taxi. No, mejor dicho: colapso en el asiento de atrás del taxi, vengo agotada. Por dicha el viaje es corto, un par de kilómetros, mil pesos.

-'nas noches, a La Lucía, subiendo por El Valle por favor, le pido. 
-Con mucho gusto.

Dos frases cortas y sencillas. Silencio.

A los doscientos metros el taxista me sorprende con una pregunta y su mejor cara de consternado.


-¿Muchacha, le puedo pedir un consejo?
-A ver, le contesto.
-Estoy enamorado de mi cuñada.

viernes, 23 de noviembre de 2012

La última vez

Aparecés de la nada, no sé cómo topás conmigo, pero de repente ahí estás. Nos vamos conociendo, nos gustamos, nos seguimos conociendo y de repente ya no. Algo pasa, me caes mal, te desencanto. Te borro de mi vida y no vuelvo a ver para atrás. Al menos no muy seguido y cada vez menos. Eventualmente -un tiempo después de que lo anuncio en voz alta-, por fin logro dejarte ir. Y ahora sí no vuelvo a ver, definitivamente no con el mismo corazón. Nunca.

Volvés a aparecer de otra manera, con otra cara, otro estilo, me gustás diferente. Te gusto igual. Sospecho que es la única forma que tenés de verme aunque sean otros ojos. Igual te abro la puerta, a lo mejor esta vez no la cagás, a lo mejor no me la pelo yo.

Pero no, otra vez me da pereza. Vos me das pereza. Sé lo que viene y se me quitan las ganas de seguirte conociendo. ¿Para qué? Ya te conozco, te he visto mil veces. Seguís apareciendo, el mismo vos. Con diferente cara, con diferente ropa, con diferentes palabras, pero con las mismas intenciones. 

martes, 25 de septiembre de 2012

En el parque

Mónica camina despacito hacia el parque, no tiene prisa porque Oscar sale hasta las seis y le toca esperarlo un ratillo. Sólo para no variar.

Entonces camina con tranquilidad. Por lo menos ya no llueve y anda abrigada, siempre hace más frío después de llover.

En la acera, caminando delante de ella va una chavala joven con una chiquita de la mano, van conversando sobre la abuela. A Mónica le da la impresión de que se dirigen a visitarla. Se pregunta si algún día irá a ser mamá, si su familia ya estará esperando esto de ella. ¿Será por eso que mami estaba haciendo preguntas el domingo? Ay, qué pereza. Espero que no. Ojalá que no.

Encuentra una banca seca –de milagro– y se acomoda a esperar.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Carito

En su primer día de kínder Carito ni chistó. Apenas tocó la campana se despidió de su mamá con la tranquilidad de quien sabe que vuelve por ella a la salida. La mamá de Carito no supo cómo tomarlo. Puta, algo estoy haciendo muy bien o muy mal. No estoy segura cuál, pensó.

Entonces se queda viéndola un ratito desde la ventana del salón para confirmar que Carito queda bien. Pero Carito siempre ha sido amiguera, a los dos minutos ya está hablando con un par de chiquillos y jugando con los legos en la esquina de la clase. Y la mamá se da media vuelta y empieza a caminar sin saber dónde poner esta sensación de que su chiquita chiquitica, desde ya, no la necesita.