viernes, 28 de diciembre de 2012

I

Ramiro.

Nueve de la mañana. No logro salir de la cama, lo pienso, me invento planes emocionantes y lo decido, pero no me muevo. Voy a salir. Cualquier carajada es buena excusa, comprar el periódico, sacar al perro a pasear. Algo. Lo que sea, pero salir de aquí y dejar de ser uno con el colchón.

Hace un día rico, desde mi cama veo el cielo azul y la luz del sol a través de la cortina, debe de estar cálido afuera, oigo como pega el viento de Diciembre. Pero no me muevo.

No sé cómo pasan un par de horas. Sigo en la misma posición, pegado, embarrado en la cama. Pensando que si el resto de mi vida va a ser así, no sé para qué me molesto.

Necesito orinar, ahora sí tengo que levantarme. Media hora después lo logro. A ver si con el mismo impulso me baño, me visto y me saco a la calle. A buscar vida afuera, donde no está el aire enviciado de aburrimiento y ausencias.

Por lo menos podría limpiar un toque. 

Salir del cuarto es algo, un paso más cerca al exterior. Pero cuando salgo del baño me asomo a ver la casa, el desastre en el que vivo me golpea de repente y me abrumo, no sabría por dónde empezar, no sé de qué me sorprendo si así la dejé ayer. 

Me quedo de pie frente al caos, mis puños en la cintura. No sé. ¿Lavar platos? ¿Doblar ropa? No recuerdo la última vez que hice ninguna de las dos. Las detesto profundamente. ¿Sacar la basura? Trato de recordar hace cuánto no paso más allá de la cochera. Desde la reja tiro la bolsa hacia la acera dos veces por semana. La bolsa llena de empaques de express, papel higiénico y correo.

Me da nauseas sólo ver el frente de las casas, me imagino la gente que vive adentro, todos con vida propia, familia, actividades, alguien con quién hablar. Hace años me desconectaron el teléfono. Nadie lo notó.

Vuelvo a la cama. ¡Nooo! Hoy iba a ser el día, me lo creí por un rato.

¿Qué día es? El calendario de la pared tiene meses en la misma página. Creo que son meses, no estoy seguro. Tampoco del día. ¿Qué más da?

Dos de la tarde. Me suena la panza, mierda, perdí toda la mañana. Podría salir, hacer compras y cocinar algo. Yo cocinaba. No cocinaba nada mal. Cocinaba para alguien y me gustaba. Pero bueno, podría hacerme algo rico. Por lo menos una pasta, algo fresco. Comprar tomates en la pulpe. Y albahaca. Tomate, albahaca ¡y hongos! Sólo de ir a la pulpe y listo.

Podría lavar ropa, me gustaba la sensación de sábanas limpias, recuerdo la frescura de tela limpia en piel limpia, me gustaba bañarme antes de dormir. No sé qué se hicieron mis sábanas buenas. Estas están llenas de chanchitos y de pelo de perro. El techo de mi cuarto tiene manchas de agua, culpa de goteras viejas que ya fueron tapadas. Debería de pintarlo.

Diez de la noche. Mañana salgo. Se me acabó el papel higiénico, tengo que salir. Mañana salgo. Y de una vez compro pintura para el techo del cuarto.


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